«Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios.» (Hch 20,24)
BIOGRAFÍA
El Hno. Alberto ‘Boni’ Buet nació el 25 de febrero de 1940 en Rocamora, diócesis de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. Sus padres, Marcelino Prudencio Buet y Manuela Celestina Costa, edificaron una familia con siete hijos. Boni era el tercero de ellos. Cuatro de ellos se consagraron al servicio del Reino a través de la profesión de los consejos evangélicos.
La formación inicial de Boni en la vida religiosa y misionera transcurrió en el Colegio Apostólico de Rafael Calzada, Buenos Aires. Allí ingresó al noviciado el 1º de marzo de 1956 y profesó sus primeros votos el mismo día dos años más tarde. Su profesión perpetua fue el 1º de marzo de 1964 en el seminario San José de Esperanza, Santa Fe.
Con un perfil bajo y servicial, Boni se desempeñó en una variada gama de servicios comunitarios y pastorales. En Rafael Calzada fue zapatero y enfermero. En Alta Gracia, Córdoba, fue cocinero y enfermero. En el Colegio San José de Esperanza ayudaba en la comunidad como enfermero mientras cursaba sus estudios de profesorado en la Escuela Normal, donde recibió su diploma de Maestro de Grado en 1967. Hasta 1969 cursó estudios de agronomía en la Facultad de Esperanza. Desde 1972 hasta 1998 se desempeñó en el Colegio San José como maestro de primaria, luego como Director de Nivel Primario y por último como Representante Legal de la institución educativa.
Una vez más la vida misionera lo llamó a incursionar en el área formativa. Desde febrero de 1999 hasta el año 2007 fue acompañante de la formación en el Postulantado de Villa Allende, Córdoba, y luego acompañó a los candidatos a Hermanos en la casa de formación “Tienda del Verbo”, en la ciudad de Córdoba.
En enero de 2008 se trasladó a la parroquia Espíritu Santo en Godoy Cruz, Mendoza, para dedicarse a la pastoral social, servicio que lo apasionaba y a la que dedicó nueve hermosos años. En enero de 2017 asumió como praeses de la casa de descanso de Bialet Massé, en las sierras cordobesas. Al poco tiempo, en enero de 2019, aceptó integrarse a la comunidad verbita del Colegio Del Salvador y acompañar la pastoral educativa.
En el año 2018, Boni fue premiado por el Consejo Superior de Educación Católica con la distinción “Divino Maestro”, reconocimiento que ha sido sólo un pálido reflejo del cariño y amistad que él mismo sembró y cosechó en cada espacio de vida y misión.
Quienes lo hemos conocido sabemos de su cercanía y afabilidad. Boni tenía la misma delicadeza de trato tanto con los niños como con los docentes, con conocidos como con quienes se cruzaban por su vida sólo una vez, con una persona en situación de calle como con un funcionario público. No faltaba en él la cuota de humor de una persona que se siente cómoda con todos. Eso no dificultaba su sensibilidad y capacidad para detectar animosidades, talentos, situaciones de conflicto y/o el potencial humano en otros. Sabía acentuar lo positivo en los demás y tenía una inclinación natural a restar dramatismo a determinados problemas y animadversiones.
Su personalidad, en parte, estaba marcada por una de sus pasiones, el fútbol. El juego de equipo le imprimió un rasgo característico que lo transparentó en su alegría de ser miembro de una comunidad religiosa y en su esfuerzo por inculcar a los demás la importancia de comunicarse y caminar juntos. En “su cancha” nadie quedaba “fuera de juego”, pero sí había reglas claras y un marcado énfasis en el espíritu de camaradería.
Como religioso misionero, Boni vivió siempre el llamado a ser una “Iglesia en salida”. No estaba hecho para quedarse adentro de su casa, lo cual afectó en parte el cuidado de su propia salud. Sus pasos quedaron marcados en las galerías del colegio Del Salvador debido a sus ansiosas caminatas durante el largo año de pandemia. Repetía, casi como si fuese un clamor de su alma: “¡Me falta la gente!”
Todo lo que él volcaba en tiempo y atención a los demás, lo restaba para sí mismo. Con 82 años cumplidos, Boni transitó algunos episodios serios de salud que en modo alguno le impidieron ser la imagen de un consagrado feliz con su vocación, de una persona que se sentía plena y llena de vida. Su prolongada internación en la clínica Lavalle de San Salvador de Jujuy no le permitió despedirse de nadie, quizá porque su misma forma de ser estaba configurada para la acogida, no para el adiós.
Nos resta agradecer a este hermano y amigo por haber dejado impreso en nosotros un retrato del Dios cercano y misericordioso en quien creemos y a quien encomendamos su descanso eterno. Querido Boni, descansa en paz.