HISTORIA DE LA CONGREGACIÓN S.V.D.

Arnoldo Janssen (1837-1909)

Arnoldo Janssen nació el 5 de noviembre de 1837 en Goch, una pequeña ciudad de la Baja Renania (Alemania). Segundo entre diez hermanos, aprendió de sus padres la dedicación al trabajo y una profunda religiosidad.

El 15 de agosto de 1861 fue ordenado sacerdote para la diócesis de Münster y fue asignado a enseñar ciencias naturales y matemáticas en la escuela secundaria de Bocholt, donde adquirió fama de maestro estricto pero justo. Por su profunda devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue nombrado director diocesano del Apostolado de la Oración. Desde este apostolado, Arnoldo buscó abrirse también a cristianos de otras denominaciones.

Poco a poco creció su conciencia de las necesidades espirituales de la gente aún más allá de los límites de su propia diócesis, hasta convertirse en preocupación por la misión universal de la Iglesia. Decidió dedicar su vida a despertar en la iglesia alemana la conciencia de su responsabilidad misionera. Con este objetivo en mente, en 1873 renunció a su cargo docente y fundó «El pequeño mensajero del Corazón de Jesús». En esta revista mensual ofrecía noticias misionales y animaba a los católicos de lengua alemana a hacer más por las misiones.

Eran tiempos difíciles para la iglesia en Alemania. Bismark había desatado el «Kulturkampf» («batalla por la cultura»), que implicaba una serie de leyes anti-católicas, la expulsión de sacerdotes y religiosos y aún el encarcelamiento de varios obispos.

En esa situación caótica, Arnoldo Janssen sugirió que tal vez algunos de los sacerdotes expulsados podrían ser enviados a las misiones o ayudar en la preparación de misioneros. Poco a poco, y animado por el vicario apostólico de Hong Kong, Arnoldo fue descubriendo que era a él a quien Dios llamaba para esta difícil tarea. Muchos opinaban que no era el hombre indicado, o que los tiempos no estaban maduros. «El Señor desafía nuestra fe a realizar algo nuevo, precisamente cuando tantas cosas se están derrumbado en la Iglesia», fue la respuesta de Arnoldo.

Con el apoyo de varios obispos, Arnoldo inauguró la casa misional en Steyl (Holanda) y dio comienzo a la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino. Ya el dos de marzo de 1879 partieron los dos primeros misioneros hacia China. Uno de ellos era José Freinademetz.

Consciente de la importancia de las publicaciones para atraer vocaciones y fondos, Arnoldo estableció la propia imprenta sólo cuatro meses después de inaugurada la casa. Miles de laicos generosos dedicaron tiempo y esfuerzos a la animación misional en los países de habla alemana distribuyendo las revistas de Steyl. De esta manera, la nueva congregación se desarrolló ya desde su inicio como comunidad de sacerdotes y hermanos.

Los voluntarios que ayudaron en la casa misional no sólo fueron hombres. Prácticamente desde el comienzo, un grupo de mujeres se puso al servicio de la comunidad. Su deseo era servir a la misión como religiosas. Este deseo, los años de fiel servicio, y la conciencia de la importancia de las mujeres en las misiones, llevaron a Arnoldo a fundar la congregación de las «Siervas del Espíritu Santo» el 8 de diciembre de 1889. Las primeras Hermanas partieron hacia Argentina en 1895.

En 1896, el P. Arnoldo eligió a algunas de las Hermanas para formar una rama de clausura, las «Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua». Su servicio a la misión sería la de rezar día y noche por la Iglesia y especialmente por las otras dos congregaciones misioneras, manteniendo un servicio ininterrumpido de adoración al Santísimo Sacramento.

Arnoldo murió el 15 de enero de 1909. Su vida fue una permanente búsqueda de la voluntad de Dios, de confianza en la providencia divina y de duro trabajo. Testimonio de la bendición divina sobre su obra es el ulterior desarrollo de la misma: más de 6.000 misioneros del Verbo Divino trabajan hoy en 63 países. Las misioneras Siervas del Espíritu Santo son más de 3.800 hermanas y más de 400 las Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua.

                                                              José Freinademetz (1852-1908)

Giuseppe (José) Freinademetz nació el 15 de abril de 1852 en Oies, un pequeño paraje de cinco casas entre los Alpes Dolomitas del norte de Italia. Bautizado el mismo día de su nacimiento, heredó de su familia una fe sencilla pero tenaz.

Ya durante sus estudios teológicos en el seminario mayor diocesano de Bresanone comenzó a pensar seriamente en las «misiones extranjeras» como una posibilidad para su vida. Ordenado sacerdote el 25 de julio de 1875, fue destinado a la comunidad de San Martino di Badia, muy cerca de su casa natal, donde pronto se ganó el corazón de sus paisanos. Sin embargo, la inquietud misional no lo había abandonado. Apenas dos años después de su ordenación se puso en contacto con el P. Arnoldo Janssen, fundador de la casa misional que pronto se convertiría oficialmente en la «Congregación del Verbo Divino».

Con el permiso de su obispo, José llegó a la casa misional de Steyl en agosto de 1878. El 2 de marzo de 1879 recibió la cruz misional y partió hacia China junto a otro misionero verbita, el P. Juan Bautista Anzer. Cinco semanas después desembarcaron en Hong Kong, donde pasarán dos años preparándose para la misión que les fue asignada en Shantung del Sur, una provincia con 12 millones de habitantes y sólo 158 bautizados.

Fueron años duros, marcados por viajes largos y difíciles, asaltos de bandoleros y arduo trabajo para formar las primeras comunidades cristianas. Tan pronto como lograba poner en pié una comunidad, llegaba del obispo la orden de dejarlo todo y recomenzar en otro lugar.

José comprendió pronto la importancia que tenían los laicos comprometidos para la primera evangelización, sobre todo como catequistas. A su formación dedicó muchos esfuerzos y preparó para ellos un manual catequístico en chino. Al mismo tiempo, junto con Anzer que ya había sido nombrado obispo, se empeñó en la preparación, atención espiritual y formación permanente de sacerdotes chinos y de los otros misioneros.

Toda su vida estuvo marcada por el esfuerzo de hacerse chino entre los chinos, al punto de escribir a sus familiares: «Yo amo la China y a los chinos; en medio de ellos quiero morir, y entre ellos ser sepultado».

En 1898 el trabajo incesante y las muchas privaciones cobraron su precio. Enfermo de la laringe y con un principio de tuberculosis, por insistencia del obispo y de los cohermanos, pasó un tiempo en el Japón, en espera de recuperar la salud. Volvió a China algo recuperado, aunque no curado.

A fines de 1907, mientras administraba la diócesis en ausencia del obispo que había tenido que viajar a Europa, se desató una epidemia de tifus. José, como buen pastor, prestó su asistencia incansable, hasta que él mismo contrajo la enfermedad. Volvió inmediatamente a Taikia, sede de la diócesis, donde murió el 28 de enero de 1908. Lo sepultaron bajo la duodécima estación del Vía Crucis y su tumba se volvió pronto un punto de referencia y peregrinación para los cristianos.

Freinademetz supo descubrir y amar profundamente la grandeza de la cultura del pueblo al que había sido enviado. Dedicó su vida a anunciar el Evangelio, mensaje del Amor de Dios a la humanidad, y a encarnar ese amor en la comunión de comunidades cristianas chinas. Animó a esas comunidades a abrirse en solidaridad con el resto del pueblo chino. Entusiasmó a muchos chinos para que fueran misioneros de sus paisanos como catequistas, religiosos, religiosas y sacerdotes. Su vida entera fue expresión del que fue su lema: «El idioma que todos entienden es el amor».

El 19 de octubre de 1975, Freinademetz fue beatificado por el Papa Paulo VI, junto a su fundador, el Padre Arnoldo Janssen.

El 5 de octubre de 2003, Freinademetz junto a Janssen, fue reconocido santo para la Iglesia por el Papa Juan Pablo II.

            San Arnoldo Janssen la razón de la Canonización.

El Beato Arnoldo Janssen, fundador de las tres Congregaciones misioneras ya nombradas, fue proclamado “Santo” el 5 de octubre del año 2003. Su vida, su obra nos recuerdan sobre todo lo que es la esencia misma de la Iglesia, su identidad y la razón de su existencia: una comunidad de discípulos de Jesús, unidas en su amor y enviada por El a la humanidad entera. Para la Canonización fue necesario que la Iglesia Católica reconociese oficialmente como valido un milagro atribuido a su persona hacia una joven llamada Pamela Avellanosa.


Esta chica, sufrió un accidente que hizo que se cayera de su bicicleta y sufrir un fuerte golpe en sui cabeza, a la edad de sólo 14 años. Esto se produce en Baguio, una isla de Filipinas, el 2 de enero de 1995.

Como resultado de la caída entró en un coma profundo, con lo cual el examen médico revelo que sufrió varios daños internos y la joven necesito de respiración asistida. Los médicos llegaron a la conclusión de que Pamela quedaría en estado vegetativo, y si algún día sale de ese estado, las secuelas serían muy grandes y quedaría totalmente discapacitada. La familia cuando recibe la información, comenzó a asistir a la oración en el Convento que las Hermanas Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua tienen en la ciudad de Baguio. La abuela de la joven acudió a pedir oración a la Hermanas y ellas comenzaron una novela al Beato Arnoldo Janssen para pedir la curación de Pamela. Después de 9 Díaz de oración, la joven filipina despierta de su coma profundo, respirando por su propia cuenta y no quedo rastro de la fractura craneal del accidente.

Inmediatamente después de este hecho todos se dieron cuenta de que era un milagro y se notificó a las autoridades eclesiales y el Vicario Apostólico de Baguio comenzó una pormenorizada investigación.
Finalmente durante los meses de de octubre y noviembre del 2002 la Congregación para las Causas de los Santos aprobó definitivamente este milagro, declarando que la curación de Pamela por intercepción del Beato Arnoldo Janssen había sido “rápida, completa, duradera y científicamente inexplicable”.

Congregaciones fundadas por El:

El 8 de septiembre de 1875 fundó la Congregación de la Sociedad del Verbo Divino (S.V.D.), compuesta por sacerdotes y hermanos, con la finalidad de difundir el Evangelio, especialmente entre los pueblos no cristianos. El P. Janssen fue elegido primer Superior General.

Arnoldo Janssen, convencido de la importancia pastoral de las mujeres que trabajaban codo con codo con los misioneros, el 8 de diciembre de 1889 fundó una Congregación misionera con el nombre de «Siervas del Espíritu Santo». En 1895 envía las primeras Hermanas al extranjero, concretamente a la Argentina. Muy pronto se descubrió su importancia en todas las misiones donde ya trabajaban los sacerdotes y los Hermanos.

En 1896 el P. Janssen eligió un grupo de Hermanas para la vida en clausura y las llamó «Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua». Ante la adoración del Santísimo Sacramento debían rezar, literalmente, día y noche por la Iglesia y especialmente por las dos Congregaciones misioneras de Steyl.

La oración del Cuarto de Hora, plegaria de Arnoldo Janssen para sus hijos e hijas.

La Espiritualidad Arnoldina surge de la experiencia que Arnoldo Janssen tiene con la Santísima Trinidad: la vivencia de sentirse y saberse amado profundamente por Dios Uno y Trino. Al hablar de espiritualidad, nos estamos refiriendo a esa experiencia dentro de nosotros que nos hace arder el corazón, nos alienta, nos llena de pasión por el Evangelio y la Misión. Ella se convierte en la fuerza impulsora de nuestras vidas, dejando que el Espíritu Santo nos guíe y sostenga.

El Padre Arnoldo no inició una nueva escuela de espiritualidad, sino que centró su vida espiritual, básicamente, en el Misterio Cristiano. No obstante, podemos decir que tenía aspectos muy propios que daban una impronta particular: uno de ellos la oración a la que llamó del «Cuarto de Hora».

ORACIÓN DEL CUARTO DE HORA
Dios, verdad eterna, creemos en ti.
Dios, salvación y fortaleza nuestra,
esperamos en ti.
Dios, bondad infinita,
te amamos de corazón.
Enviaste al verbo, salvador del mundo,
haz que todos seamos uno en él.
Infunde en nosotros el Espíritu de tu hijo,
para que glorifiquemos tu nombre.
Amén.

BIOGRAFÍA ALBERTO BUET "bONI"

El Hno. Alberto ‘Boni’ Buet nació el 25 de febrero de 1940 en Rocamora, diócesis de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. Sus padres, Marcelino Prudencio Buet y Manuela Celestina Costa, edificaron una familia con siete hijos. Boni era el tercero de ellos. Cuatro de ellos se consagraron al servicio del Reino a través de la profesión de los consejos evangélicos.

La formación inicial de Boni en la vida religiosa y misionera transcurrió en el Colegio Apostólico de Rafael Calzada, Buenos Aires. Allí ingresó al noviciado el 1º de marzo de 1956 y profesó sus primeros votos el mismo día dos años más tarde. Su profesión perpetua fue el 1º de marzo de 1964 en el seminario San José de Esperanza, Santa Fe.

Con un perfil bajo y servicial, Boni se desempeñó en una variada gama de servicios comunitarios y pastorales. En Rafael Calzada fue zapatero y enfermero. En Alta Gracia, Córdoba, fue cocinero y enfermero. En el Colegio San José de Esperanza ayudaba en la comunidad como enfermero mientras cursaba sus estudios de profesorado en la Escuela Normal, donde recibió su diploma de Maestro de Grado en 1967. Hasta 1969 cursó estudios de agronomía en la Facultad de Esperanza. Desde 1972 hasta 1998 se desempeñó en el Colegio San José como maestro de primaria, luego como Director de Nivel Primario y por último como Representante Legal de la institución educativa.

Una vez más la vida misionera lo llamó a incursionar en el área formativa. Desde febrero de 1999 hasta el año 2007 fue acompañante de la formación en el Postulantado de Villa Allende, Córdoba, y luego acompañó a los candidatos a Hermanos en la casa de formación “Tienda del Verbo”, en la ciudad de Córdoba.

En enero de 2008 se trasladó a la parroquia Espíritu Santo en Godoy Cruz, Mendoza, para dedicarse a la pastoral social, servicio que lo apasionaba y a la que dedicó nueve hermosos años. En enero de 2017 asumió como praeses de la casa de descanso de Bialet Massé, en las sierras cordobesas. Al poco tiempo, en enero de 2019, aceptó integrarse a la comunidad verbita del Colegio Del Salvador y acompañar la pastoral educativa.

En el año 2018, Boni fue premiado por el Consejo Superior de Educación Católica con la distinción “Divino Maestro”, reconocimiento que ha sido sólo un pálido reflejo del cariño y amistad que él mismo sembró y cosechó en cada espacio de vida y misión.

Quienes lo hemos conocido sabemos de su cercanía y afabilidad. Boni tenía la misma delicadeza de trato tanto con los niños como con los docentes, con conocidos como con quienes se cruzaban por su vida sólo una vez, con una persona en situación de calle como con un funcionario público. No faltaba en él la cuota de humor de una persona que se siente cómoda con todos. Eso no dificultaba su sensibilidad y capacidad para detectar animosidades, talentos, situaciones de conflicto y/o el potencial humano en otros. Sabía acentuar lo positivo en los demás y tenía una inclinación natural a restar dramatismo a determinados problemas y animadversiones.

Su personalidad, en parte, estaba marcada por una de sus pasiones, el fútbol. El juego de equipo le imprimió un rasgo característico que lo transparentó en su alegría de ser miembro de una comunidad religiosa y en su esfuerzo por inculcar a los demás la importancia de comunicarse y caminar juntos. En “su cancha” nadie quedaba “fuera de juego”, pero sí había reglas claras y un marcado énfasis en el espíritu de camaradería.

Como religioso misionero, Boni vivió siempre el llamado a ser una “Iglesia en salida”. No estaba hecho para quedarse adentro de su casa, lo cual afectó en parte el cuidado de su propia salud. Sus pasos quedaron marcados en las galerías del colegio Del Salvador debido a sus ansiosas caminatas durante el largo año de pandemia. Repetía, casi como si fuese un clamor de su alma: “¡Me falta la gente!”

Todo lo que él volcaba en tiempo y atención a los demás, lo restaba para sí mismo. Con 82 años cumplidos, Boni transitó algunos episodios serios de salud que en modo alguno le impidieron ser la imagen de un consagrado feliz con su vocación, de una persona que se sentía plena y llena de vida. Su prolongada internación en la clínica Lavalle de San Salvador de Jujuy no le permitió despedirse de nadie, quizá porque su misma forma de ser estaba configurada para la acogida, no para el adiós.

Nos resta agradecer a este hermano y amigo por haber dejado impreso en nosotros un retrato del Dios cercano y misericordioso en quien creemos y a quien encomendamos su descanso eterno. Querido Boni, descansa en paz.