“Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no han vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: «La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel», que traducido significa: «Dios con nosotros»”

(Mt 1,18-23).

El acontecimiento fundamental en la vida de María sigue siendo la Anunciación. La Iglesia la mira como Madre de Dios, pero aún más como la discípula que mejor puede ofrecer el ejemplo y el modelo de vida cristiana con su fe, su obediencia a su Hijo, su servicio a los demás -a su prima Isabel y en las bodas de Caná, por ejemplo-. María es una mujer a imitar también por su confianza en los momentos más oscuros de la historia de su Hijo Jesús. Esto, y mucho más, explica por qué el pueblo de Dios sabe que en ella puede encontrar refugio y consuelo, ayuda y protección